Por MARINA FRANCO
Hace cinco años comenzó una insurrección en el estado mexicano de Michoacán. Grupos de agricultores, granjeros y habitantes locales en zonas como La Ruana, Buenavista y Tepalcatepec, hartos de los constantes secuestros, las violaciones tumultuarias, los asesinatos, la violencia derivada del crimen organizado y la aparente desidia o colusión de las autoridades, decidieron tomar las armas.
En estos cinco años, los grupos de autodefensa que se formaron en ese y otros estados han sido cooptados, desmovilizados y varios de sus integrantes detenidos, con contadas excepciones. ¿Tomar las armas sirvió para cambiar algo?
“Creo que valió la pena la lucha”, asegura José Manuel Mireles, quien dirigió por un tiempo el grupo de Tepalcatepec y fue vocero del Consejo General de las Autodefensas michoacanas. “Hay pueblos en llamas”, sostiene, incluida la zona de Apatzingán, pero también otros “donde ya hay paz, productividad, seguridad, tranquilidad”, como Aquila o Tancítaro.
Al lado de algunos de esos municipios michoacanos con autodefensas, señala Mireles, “está el estado de Colima, que es primer lugar en homicidios en toda la nación y eso que ahí hay [soldados] marinos, [policías] federales, estatales, ministeriales, municipales. ¿Por qué en donde los autodefensas somos la única ley ya no se roba ni un alfiler?”.
El año pasado fue el más violento en México desde que hay registro, pero la cifra de homicidios en Michoacán disminuyó. Aunque la menor incidencia delictiva reportada en zonas dirigidas por autodefensas también podría deberse en parte al hecho de que no necesariamente avisan de posibles delitos a los ministerios públicos, cuyos archivos se utilizan para contabilizar los registros oficiales.
Mireles,de 59 años y médico de formación, salió de la cárcel en mayo pasado. Estuvo 47 meses en prisión por cargos de posesión de armas de uso exclusivo del ejército después de haber acordado entregar su armamento; él asegura que las armas le fueron sembradas y se trató de una trampa. “Tengo armas y muy buenas”, dice, “pero no las usé en ninguna guerra y nunca las traía en mano en ningún combate”. (Y añade: “No soy fachoso, ¿de verdad cree que voy a andar con cuernos de chivo oxidados?”, en referencia al apodo de las AK-47, como las que habrían sido halladas en el auto en el que viajaba cuando fue detenido en junio de 2014). Salió bajo fianza mientras terminaba su juicio, durante el cual lo intentaron procesar por otros dos cargos que después fueron desechados. Según afirma Mireles, el juicio cerró el mes pasado y solo queda pendiente el fallo.
El único fundador del movimiento de las autodefensas michoacanas que no se sumó a la Fuerza Rural Estatal —el mecanismo con el que el gobierno federal buscó incorporar a esas policías comunitarias— aprovechó su tiempo detrás de las rejas para escribir un libro en el que plasma sus experiencias, Todos somos autodefensas: El despertar de un pueblo dormido (Grijalbo, 2017). A pesar de las explicaciones que ha dado, sigue siendo difícil entender por completo a este doctor y líder de autodefensas recientemente excarcelado.
Dice que es solamente “un cirujano, humanista por formación”. Pero también es alguien que no duda antes de declarar públicamente en entrevista: “A mi casa puede llegar cualquier uniformado a tumbarme mi puerta y lo recibimos a balazos”. Asegura que no se arrepiente porque “no quedó otro camino” y “la lucha fue en apego a la Constitución”, y que no cambiaría la manera en que actuó —a excepción de haber confiado en el gobierno federal respecto de los acuerdos para formar la Fuerza Rural—, pero en su libro ofrece “disculpas a quien haya ofendido directa o indirectamente” y durante su tiempo en prisión dijo lamentar “la desobediencia civil”. En el libro destaca que es “un humilde campesino” con el único sueño “de ser libre”; en entrevista añade que “va a estar en los libros de historia de la nación mexicana”.
Mireles recientemente declaró que consideraría postularse a un cargo en el congreso de ser invitado por el candidato puntero en las encuestas para la presidencia, Andrés Manuel López Obrador, de Morena. Este partido ya anunció que una de sus contendientes al senado por medio de listas plurinominales —legisladores que no son votados directamente, sino que acceden a 32 escaños divididos según el porcentaje de respaldo al partido que los postule— será la exlideresa de autodefensas en Olinalá, Guerrero, Nestora Salgado. (Al igual que Mireles, ella estuvo en prisión por cargos de secuestro y homicidio. El Grupo de Trabajo sobre Detención Arbitraria de la ONU consideró que su detención se dio de manera ilegal, y fue absuelta y salió libre en marzo de 2016).
Sin embargo, ante la pregunta de si cree que se puede llevar a la política lo que aprendió sobre gestión como parte de las autodefensas, Mireles hace una mueca y sugiere que él no querría ser candidato: “No me parece así. El luchador social no necesariamente… jamás debe ser político. Porque ¿qué político sigue siendo luchador social?”.
¿A usted no le interesa nada incursionar en la política?
No me interesa en absoluto. Manuel Mireles no es de ningún partido político ni es matraquero [alguien que hace ruido a favor de otro, como con matracas] de ningún político.
¿Entonces rechazaría ser parte de alguna candidatura o lanzarse como Nestora Salgado?
Mis respetos para la compañera, que ya tiene la oportunidad de participar en la toma de decisiones… Quizá podría yo trabajar con alguien que sí se preocupe por cambiar las cosas en una nación, eso sí.
Aquellas personas que hemos iniciado una lucha social para intentar mejorar las condiciones de una comunidad debemos tener esa cabida de estar en espacios de toma de decisiones, pero no estoy de acuerdo que en el congreso se pretenda cupularmente reconstruir el tejido social de una patria que está desgraciada por los mismos políticos en el senado y el congreso y encabezados por quien encabeza ahorita el gobierno de la nación.
Como ejemplo menciona la reciente Ley de Seguridad Interior, que pretende legitimar el despliegue de las fuerzas armadas en distintas zonas del país como parte del combate a la delincuencia organizada. “El senado aprobó la ley como si fuera algo a toda madre, pero ¿cuándo consultaron al pueblo?”, espeta Mireles. Varias organizaciones civiles y la ONU han criticado la medida como una que abre la puerta a la violación de garantías y pidieron que fuera revisada antes de su aprobación; la Comisión Nacional de Derechos Humanos después la impugnó ante la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
Ningún senador o diputado debería poder aprobar una ley sin consultarla con sus bases y nos vamos a encargar nosotros de que así sea, porque cualquier ley pendeja que apruebe el congreso sin consultar al pueblo, el pueblo jamás la va a respetar.
¿Entonces considera que una opción sería tomar las armas a nivel nacional?
Jamás voy a convocar yo a la guerra. Yo no quiero ser el líder una revolución, no es mi trabajo. La gente está harta, aunque ¿qué hace el pueblo? No veo protestas.
Mireles dice que “no importa quién quede presidente” este próximo 1 de julio porque “ya vimos que no ocupamos apoyo de ninguna institución del gobierno, federal, estatal o municipal”.
Los mexicanos estamos mal acostumbrados a pensar: “En seis años va a haber cambios porque llegará un gobernante con mejores intenciones”. ¿Y si no se da? ¿Qué va a pasar?
Aunque, acto seguido, se queja de que el Estado mexicano no ha asumido sus responsabilidades.
No obstante, al cierre de la entrevista Mireles recalca que ahora lo importante es reconstruir el tejido social para prevenir que jóvenes que son “presa fácil del crimen organizado porque ahí les ofrecen qué tragar y dinero” se sumen a esas filas, y que eso solo lo puede hacer el pueblo. “¿O acaso sabe de alguien que construyó una casa sólida empezando por el techo en vez de los cimientos?”. Y asegura que esa es ahora su tarea. Sin las armas.