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26 junio 2018

Lindi Ortega, la ‘cowgirl’ con tintes mexicanos


A camino entre Glasgow y alguna otra parte de Reino Unido, Lindi Ortega (Toronto, 1980) para un momento el coche para atender la llamada de este periódico. Lleva meses de viaje desde que se publicó, el 30 de marzo, Liberty, su nuevo álbum en el que ha querido alejarse de su habitual oscuridad para potenciar, con su voz dulce y madura, un camino musical hacia la luz que recuerda, en ciertos acordes, a las bandas sonoras de las películas de Quentin Tarantino. "La oscuridad está muy presente en nuestra vida, es parte de nuestra condición humana, pero con este trabajo quiero servir de apoyo a la lucha por salir", confiesa. La cantante estará el próximo 26 de junio en Madrid en la Sala El Sol y el 28 de junio en Barcelona en Marula Café.

El primer contacto que Ortega tuvo con la música fue en edad muy temprana. Aún recuerda como su madre estaba obsesionada con el country y se dedicaba a poner el tocadiscos todo el tiempo en casa. "Me recuerdo a mí misma mirando con ella su colección de discos y sentir una conexión muy fuerte", señala la cantautora que afirma que entre sus máximos referentes se encuentra la portentosa voz de Johnny Cash y el elegante estilo de Leonard Cohen. La música le acompañó en las etapas de crecimiento hasta que hubo un día que prefirió ser la creadora y en 2001 sacó su primer EP. Pasó alrededor de una década como artista independiente en su ciudad natal, hasta que la prensa reparó en ella y la describió como "el secreto mejor guardado de Toronto".

Lejos de regirse por el típico estilo de cantante country que lleva ropa de cowgirl, la artista ha sabido encontrar su camino propio, mezclando sus raíces latinas, ya que su padre es mexicano, con su gusto por la rudeza visual del rock y su pasión por el folclore estadounidense. Todo eso la convierte en una mujer de aspecto fuerte, decidido y cuidado al extremo, con una voz dulce, delicada que empasta a la perfección con cualquier armonía. "Realmente, nunca pregunté a nadie si podía o debía ponerme esto o lo otro. Solo yo decido lo que encaja conmigo".

Sin embargo, no todo ha sido un camino de rosas para Ortega, ya que hasta hace poco se estaba planteando dejar la música porque "no conseguía compaginar su vida profesional con su personal". "En esta industria es difícil sobrevivir y para hacer dinero tienes que estar en la carretera yendo de concierto en concierto, y es muy sacrificado", explica la canadiense. Aunque lejos de abandonar ese modo de vida, sí que tomó la decisión de dejar Last Gang Records, el sello habitual con el que trabajaba, para crear el suyo propio: "Quería ser independiente, tomar mis propias decisiones y explorar nuevos caminos".

Liberty es el primer disco que saca con Shadowbox Music y en él ha querido hacer un recorrido por los sentimientos más humanos a través del orden de las canciones. Comienza con la versión más oscura de sus letras con temas en los que habla de la desesperación, de la pérdida y de la resurrección, para luego seguir un camino hacia la luz que culmina con una versión del Gracias a la vida de Violeta Parra. "Aunque mi padre es mexicano, se muy poco español, pero siempre había soñado en cantar en este idioma para homenajear a mis raíces".

Aparte de su faceta como cantante, Ortega ha querido usar su imagen pública para normalizar el Trastorno dismórfico corporal, que consiste en una preocupación fuera de lo normal por algún defecto físico percibido, ya sea real o imaginado, y que ella misma sufre desde los 12 ó 13 años. "Cuando leí que era uno de los trastornos con la tasa de suicidios más alta, me di cuenta de que tenía que hacer algo al respecto". Por ello, para evitar que la gente que lo padecía se recluyera o se sintiera sola, como a ella misma le había pasado durante la época de instituto, comenzó a hablar de ello públicamente para fomentar la investigación y el apoyo.

Hace pocos días desde que surgiera de nuevo la polémica en torno a Donald Trump al ordenar la separación de niños y familias migrantes sin papeles en la frontera y es imposible no preguntarle al respecto. "Los mexicanos que van a Estados Unidos buscan una vida mejor, más segura, sin las condiciones horribles, ni la corrupción ni las drogas que se mueven en su país de origen", sentencia y añade que el presidente republicano solo promueve que la sociedad estadounidense piense de forma negativa acerca de cualquier extranjero. "Hay que ser más empáticos. Todos queremos vivir, que se nos trate de forma justa, igualitaria... no puede ser que en el siglo XXI aún estemos separados por la raza, la cultura o la religión".

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