Hace 35 años España también se preguntaba por las vacaciones del Gobierno socialista que había estrenado el curso. Las aventuras de aquel verano serían un presagio del felipismo y sus problemas
A veces, pasa el tiempo y las anécdotas se convierten en algo más, dicen cosas importantes. Aquí van unas cuantas noticias anecdóticas de agosto de 1983: los ministros Morán, Solana, Serra y Romero se fueron de vacaciones a Mallorca; Boyer y Solchaga eligieron Marbella; Maravall y Barrionuevo, la Sierra de Madrid; De la Quadra Salcedo pasó agosto en Santander; Almunia, en Alicante; Barón en La Gomera; Ledesma y Lluch en la Costa Brava; Campo estuvo un poco en Vizcaya y otro poco en Altea... Alfonso Guerra se quedó de guardia en Madrid y sólo se escapó algún fin de semana a la playa de Bolonia, en Cádiz. Luego pasó unos pocos días a final de mes en una casita que tenía en Mojácar, Almería. Y, ahora, lo más curioso: Felipe González y su familia veranearon en 1983, el primer agosto socialista de España, en un pueblo de Soria llamado Lubia.
¿Lubia, Soria? Las crónicas de 1983 hablaban de un pueblo de 110 habitantes (hoy son 65) con un bar y un club de alterne que se veía desde el tren de Madrid a Pamplona. Más peculiaridades: el 100% de los votos de Lubia en las elecciones de 1982 habían sido para el PSOE, porque los socialistas prometían la independencia del yugo municipal de Cubo de la Solana. Nunca lo consiguieron.
Además, Lubia alojaba un caserón en medio del bosque del que era propietario el Instituto para la Conservación de la Naturaleza (ICONA) y del que alguien se acordó cuando hubo que buscar un lugar de veraneo para el nuevo presidente. A toda prisa se instaló una alambrada alrededor de la finca y una línea telefónica, porque ni eso había. Otra cosa no, pero tranquilo sí que debía de ser aquel lugar.
Los González apenas salieron de la casa. Sólo un día bajaron al bar, confraternizaron con los vecinos y pusieron 100.000 pesetas en una colecta popular. Un abrazo y hasta el año que viene, quizá. No volvieron nunca.
Al cabo de 35 años y con el PSOE de nuevo en el Gobierno, la tentación es pensar que González eligió aquellas vacaciones sorianas para transmitir un mensaje de austeridad. El presidente se iba a aquel pueblito remoto para demostrar que aún era un abogado de clase media que sólo se permitía veraneos austeros en la montaña. González seguía siendo Felipe.
Yo no creo que importara tanto el mensaje como el problema de la seguridad. Las vacaciones de los presidentes siempre han sido un problema. Suárez ya se había metido en un lío porque aceptó una invitación de un empresario, Van del Walle, y aquello sonó mal. No es fácil encontrar un sitio seguro para que los presidentes pasen las vacaciones. Eso también le ha pasado a Aznar, a Rajoy...», recuerda la periodista Pilar Cernuda, biógrafa de Felipe González.
Bueno, a lo que íbamos: ¿se había quitado ya la pana el presidente González en agosto de 1983? «La pana se la había quitado antes de las elecciones de una manera muy natural porque era la demostración de que los socialistas estaban preparados para representar al Estado», contesta Cernuda.
«En verano de 1983, Felipe no había empezado aún su proceso de aburguesamiento. En su Gobierno sí que había un predominio de ministros de clase media-alta pero él todavía se presentaba a sí mismo como a un abogado laboralista de Sevilla», explica el periodista Javier Chicote, autor del libro Socialistas de élite: de Suresnes al club del millón de euros. Hasta entonces, González pasaba los veranos en el chalet que su hermana y su cuñado, el famoso Francisco Palomino, tenían en Dos Hermanas. El legendario piso familiar de la calle Pez Volador era de alquiler y no era nada en especial. Y aún así, ya era un lujo comparado con el cuartito sin baño en el que vivió González en la Gran Vía cuando llegó a Madrid. Enrique Sarasola lo sacó de allí, casi a la fuerza, porque los amigos de Felipe habían decidido que aquello era indigno para un líder de la oposición.
El problema fue lo que vino después. En 1985 Felipe pasó sus vacaciones en el Azor, el yate de Franco. Media España se sintió escandalizada
Nos vamos acercando al meollo de aquel verano de 1983. Las vacaciones un poco aburridas de los González y las modestísimas escapadas del vicepresidente Guerra contrastaban con el dolce far niente de Boyer y Solchaga en la Costa del Sol. El ministro de Economía, se dijo entonces, alquiló por un millón y medio de pesetas un chalet en la urbanización Benamara. «Boyer ya llevaba mucha Marbella para esa época», recuerda Chicote. «Era, obviamente, el más refinado del Gobierno. Se dice que le enseñó a Felipe cómo usar los cubiertos en una cena de gala».
Marbella es el nombre que envenenó aquel verano. «Marbella, en 1982 estaba empezando a cambiar. Puerto Banús ya existía, ya no era el refugio superrefinado de la aristocracia europea que había sido. Pero tampoco era la Marbella de los jeques y los grifos dorados. Eso fue después, cuando Jesús Gil», recuerda la periodista Carmen Rigalt.
Aquel verano, José Luis Rodríguez El Puma y Julio Iglesias tocaron en la ciudad. Y la jet local se empezó a vestir de sociata. «Se organizaba una especie de concurso de encanto y belleza, una especie de Miss Marbella, y eligieron a alguien que simbolizaba a la nueva gente guapa del PSOE, no recuerdo quién», cuenta Rigalt. Seguramente se refiera al premio Lady Marbella que recibió Marina Danko. Danko, después, se convirtió en un personaje inevitable en la España de la beautiful.
De modo que Marbella ya sonaba en 1983 a un modo de vida suntuoso y frívolo. Por eso, Guerra, reserva de las esencias, riñó a los marbellíes de su Consejo de Ministros a la vuelta del verano. «Creo que la frase que dijo fue: 'Menos Marbella y más socialismo'», dice Cernuda. Rigalt recuerda otra versión: «No quiero volver a veros pisar Marbella». Y Chicote cree que la frase fue algo así como: «El próximo verano os quiero ver con una tortilla en el túper y botijo, con la señora y un pañuelo atado en la cabeza».
Eso ocurrió en 1983, cuando el felipismo aún era inocente. En el verano siguiente, el de 1984, el verano al que se referían los consejos de Guerra, los González se instalaron por primera vez en el Palacio de Las Marismillas, en el Coto de Doñana, que por aquel entonces era una mansión casi abandonada e incómoda. «La idea de Felipe era restaurarla para convertirla en una especie de Camp David, una residencia de verano segura y tranquila para todos los presidentes que fueran a llegar», recuerda Cernuda.
Lo de Las Marismillas era razonable, era resolver un problema del Estado con recursos del Estado que estaban infrautilizados», dice Chicote. «Aznar también utilizó el palacio y me parece bien».
Poca gente ha estado en Las Marismillas pero la idea más extendida es que es una residencia de verano casi austera en un emplazamiento de lujo, en la soledad del parque de Doñana. «Un poco aburrido también debe de ser... Se contaba que los hijos de Felipe González, cuando ya eran adolescentes, suplicaban para que les llevasen a Mazagón para ver a sus amigos», recuerda Rigalt.
El problema fue lo que vino después. En 1985, González pasó parte de sus vacaciones navegando por Portugal en el Azor, el yate de Franco. Media España se sintió escandalizada. A la vuelta, el presidente confesó, un poco inocentemente, que no entendía aquel revuelo.
¿Fue aquella travesía la puerta de entrada a la era de la beautiful people? Puede ser, cada uno elige sus símbolos. Chicote se queda con el momento en el que el presidente compró un solar en Somosaguas a Lucio, el de los huevos. Y Cernuda habla del famoso viaje de Alfonso Guerra de Faro a Sevilla, cuando mandó llamar un Mystere del Ejército para llegar a una corrida de toros en Sevilla. Ocurrió en la Semana Santa de 1988 y este verano ha tenido un precioso eco en la escapada de Pedro Sánchez al FIB en un avión Falcon. ¿Qué dirían Solchaga y Boyer cuando supieron de aquel pecado?
Del verano de 1983 sólo queda por contar lo que hicieron los que no eran socialistas. Lo más destacado fue el caso de Manuel Fraga, que se fue a Perbes, en la Ría de Betanzos. Según las crónicas de la época, Fraga se despertaba de madrugada, iba a pescar con amigos y luego nadaba por la tarde porque quería adelgazar un poco. Qué idea tan graciosa, irse a Galicia de vacaciones con la idea de adelgazar.
Adolfo Suárez se fue a Torremolinos; Garaikoetxea, a Zarautz y Gerardo Iglesias volvió a Asturias, al monte. ¿No hubo nadie que viajara al extranjero? Sí: Santiago Carrillo, que estuvo en China, invitado por los compañeros del Partido Comunista Chino.
¿Y los Reyes? Los Reyes estuvieron en Marivent. El 2 de agosto recibieron al Gobierno y DonJuanCarlos presidió el último Consejo de Ministros del curso. Después, navegaron por las islas, celebraron el santo de Doña Elena en Menorca y compartieron algunos días con la emperatriz depuesta de Irán, Farah Diba, de la que los periódicos de la época destacaban, todos a una, «sus ojos tristes» de princesa solitaria. En cambio, los Borbón Grecia daban la perfecta imagen de una familia unida y bastante feliz. Por lo menos en las fotos.