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12 marzo 2019

Cristiano Ronaldo muestra el crepúsculo al Atlético


Una exhibición rematadora de Cristiano Ronaldo, otra vez ante el Atlético, clasifica a la Juve y deja fuera a los de Simeone de la Liga de Campeones en una noche durísima para el Atlético. El portugués marcó los dos primeros de cabeza y el tercero de penalti para dar el pase a un equipo comandado magistralmente por Pjanic y Bernardeschi.

Esa vieja guardia del Cholo se había encargado de acaudillar aquel primer encuentro, pero, como prácticamente todas las batallas de la última guerra se han afrontado con la tropa diezmada, la de Turín no iba a resultar excepcional en ese sentido. Por unas razones o por otras, sin Filipe, Thomas y Costa. Por unas razones o por otras, con Arias, Lemar y Morata. Si el nuevo Atlético quería un escaparate para exhibirse, lo cierto es que fracasó en el empeño de forma estrepitosa. Ahora todo es cuestión de tiempo, que es justo lo que ya no tienen algunos de los que este martes defendieron la rojiblanca. A morir los míos mueren, dijo una vez Simeone. Algo murió esta vez en el feudo de la Vecchia Signora.

Individualizar llevaría a eternizar la presente crónica, pero Lemar y Correa sirven como metáfora perfecta de que, por malo que ya fuera, todo podía empeorar. Porque si el rendimiento del galo lanzó el enésimo puñado de dudas sobre el esfuerzo que se hizo para contar con sus servicios, torpe con el balón, humillado por Bernardeschi sin él, la aparición del argentino en su puesto derivó en una agónica carrera con el maravilloso 33 de la Juve, al que fue incapaz de superar pese a que llevaba mucho menos tiempo sobre el pasto. Tampoco le hizo fuera del área la falta que demandaba la acción y que sí le hizo dentro. En cuanto ambos ingresaron, las cosas como son, buena parte del personal rojiblanco supo cómo terminaba aquello. Angelito es así.

También podía imaginarse que, hecho el primero y hecho el segundo, Cristianoharía el tercero. Es la especialidad de la casa y el portugués sabía que se le había fichado para un partido como éste. Dos cabezazos, la pena máxima... y a cuartos. El muchacho presume de sus Champions y anda en el empeño de aumentar el botín. Para ello, inteligente, se ha rodeado de un grupo que se las sabe todas. La lección de Chiellini resultó tremenda en ese sentido: arbitró el partido colgado de la chepa del colegiado, arengó a la afición cuando su equipo notó la fatiga, se merendó a los puntas, desaparecido Griezmann, inoperante Morata... sólo le faltó picar los billetes.

El entorno del Atlético nunca se ha creído del todo que siempre haya que creer, paradojas de la vida y del fútbol, de modo que se apresuró a sepultar cualquier opción rojiblanca a la que el bombo se mostró caprichoso. ¿Dejar en el camino a la Juventus, dice usted? Una dama es una dama, y nosotros caballeros. Futbolistas y cuerpo técnico, afortunadamente, prescindieron hace tiempo de pensamientos tan reaccionarios, concretamente desde que así lo dispuso un tal Simeone. Así que se pusieron a jugar la eliminatoria y resultó además que el primer duelo deparó cierta ventaja, lo que a su vez se tradujo en miedo a perderla. El que nada tiene nada teme, o algo así, pero el equipo rojiblanco tenía un pequeño tesoro que guardar. Meterse en el refugio para ello fue su absoluta perdición.

Nadie esperaba otra cosa que un ejercicio de resistencia, pero lo del primer acto resultó exagerado. La Juve sometió al Atlético a la que apareció sobre el campo, y aún hubo que agradecer de salida que se anulara un gol a Chiellini. El muro se había llenado inmediatamente de grietas, y en ese sentido los movimientos tácticos de Allegri resultaron interesantes: colocando a Cancelo como extremo, por ejemplo, obligaba a que Juanfran fijara ahí la marca... de modo que Bernardeschi como interior quedaba mano a mano con Lemar. Aquello fue una escabechina.

El conjunto rojiblanco se mostraba incapaz de trasladar la pelota más allá del mediocampo, mucho menos de aprovechar los espacios que dejaba la Juve a su espalda. Cuando por fin consiguió lo primero, allá por los 20 minutos, apenas le sirvió como prólogo para el gol del rival. Parecía que lo peor había pasado, pero fue cosa de equivocarse en la enésima salida, de que el citado Bernardeschi la pusiera y de que Cristiano apareciera en la espalda de Juanfran para cabecear.

Esa diana dejó tocado a un Atlético que ya andaba justo y que aún permitió antes y después del entreacto remates de Bernardeschi, Ronaldo o el propio Chiellini. Así llegó el segundo, certificado por la tecnología; así llegó el tercero, cuando el equipo local boqueaba y la prórroga se antojaba razonable. Simeone ni siquiera agotó los cambios. Ahora empieza la travesía por el desierto, porque la Juve no era un punto y aparte. Era el punto final. Después del rayo verde, se hace la oscura noche.


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