Los mercados en México han tenido un valor importantísimo.
Antiguamente en ellos se practicaba el trueque y podían ponerse en cualquier lado, bueno, todavía algunos así siguen, los famosos mercados ambulantes.
Actualmente, el gobierno puso establecimientos en los que se da el comercio libre y en los que rentando un local se puede vender, todo con la finalidad de regularlos y cobrar impuestos por las ventas.
Los mercados, también llamados tianguis, son parte indiscutible de la esencia misma de nuestro país, en cada ciudad y en cada estado encontramos muchos mercados en los que se venden artesanías y alimentos propios de estos lugares. Por eso, ir al mercado es vivir un poco de nuestro México.
Al comprar en ellos estamos promoviendo y apoyando a los pequeños productores que no tienen cabida en los supermercados, debido al volumen que manejan.
Es una buena forma para que las microempresas se apoyen y puedan seguir manteniéndose.
El trabajo de los mercados es el resultado de las tradiciones familiares, que se van pasando de generación en generación, y en muchos casos, es la misma familia la que siembra y cosecha los productos que se van a vender.
Tristemente, y por comodidad, se ha vuelto mucho más común ir a una tienda y ahí hacer toda la compra, sin desplazarnos a otro lugar. Por esto, los mercados cada vez tienen menos gente, sin embargo, volviendo al tema orgánico, lo que tenemos en los mercados, si cuidamos al marchante que le compramos, puede incluso ser de mejor calidad que lo que encontramos en el súper.
En los mercados, además, no solamente hallamos materias primas y comida, los hay de artesanías, de flores, y de un sinfín de cosas más.
La Ciudad de México cuenta con muchísimos mercados que, si no seguimos fomentando, van a desaparecer, y con ellos la posibilidad de apoyar a los pequeños productores. Ya no se han construido nuevos mercados y el mantenimiento de los que existen no ha sido el más adecuado.
Así que apreciémoslos, visitémoslos, fomentémoslos. Compremos ahí para regresarles la vida que poco a poco les hemos ido quitando y que, en unos años, si no hacemos algo, acabarán extinguiéndose y nuestros hijos sólo los verán en los libros de Historia.