Debido a su ubicación geográfica, los huicholes o wixárikas no han tenido gran convivencia con el resto de las civilizaciones, lo que les ha permitido permanecer independientes y sin influencias significativas desde la Conquista.
Esa autonomía se refleja en su arte ancestral, único en su tipo: no se conoce otra cultura con la misma habilidad para combinar tonalidades, especialmente en sus piezas de chaquira. De acuerdo con el director del Museo de Arte Popular (MAP), Walther Boelsterly, ese colorido y sus manifestaciones, lo han convertido en un arte sumamente comercial: “El uso de las chaquiras no entra desde sus orígenes sino en el siglo XIX, cuando llega a América de la República Checa con el propósito de usarlas para bordar y hacer trabajos manuales”.
El arte popular es la manifestación de un pueblo elaborado con materias primas de su entorno.“Inicia con la elaboración de piezas de uso y paulatinamente va mejorando. Con el tiempo se genera un estilo y manifestación propia de la región”, detalló Boelsterly. El arte huichol es a la vez contemporáneo porque siempre está evolucionando, “se conserva, pero al mismo tiempo se renueva y modifica gracias a la globalización”.
De acuerdo con el libro Los huicholes o wixaritári: entre la tradición y la modernidad. Antología de textos 1969-2017, de Marina Anguiano, “en las últimas cinco décadas, su arte ha sufrido diversas transformaciones, debido a factores económicos, educativos, sociales, políticos, religiosos y tecnológicos”.
Su arte ha pasado de ser ritual y utilitario exclusivamente, a ser para el deleite estético y comercial, conservando su belleza plástica y vitalidad. Hoy en día, elaboran joyería a base de chaquira, en la que plasman los símbolos sagrados.
Con los colores, expresan un mensaje místico relacionado con la cosmovisión: la experiencia religiosa sigue fomentando la sensibilidad de los artistas y dando significado a su obra. Los símbolos son abundantes, pero los más representados son el venado, el peyote y el maíz.