“Espera, quiero tomarme una foto con el globo”, le dice la joven a su acompañante, quien ya camina disparando la cámara de su celular hacia la obra de Jeff Koons. La escena que protagoniza la pareja se repite: nadie queda inmune al efecto del inflable “Seated ballerine”, de más de 13 metros, que el artista más rico del mundo ha puesto en la explanada del Museo Jumex en la primera exposiciónque monta en México.
La escena es también el corolario de lo que está por venir: si el celular está a la mano y no hay nada que lo impida, simplemente dispara. El deseo, ese sentimiento que se ha querido explorar confrontando en la exhibición la obra de Koons con la del otro grande del ready-made que es Marcel Duchamp, ya no está sólo en el objeto, ahora está en la imagen y, de esas, el teléfono puede guardar cientos.
Nada perturba el semblante del simpático Koons, aquí está un día después de que su escultura escultura “Rabbit” —de la que se puede ver una versión en México— se ha vendido en una subasta por 91.1 mdd. “Me emociona más la inauguración que las noticias”, responde cuando se le quiere enganchar en el tema de su éxito comercial.
El artista de 64 años, nacido en Pensilvania, siempre tiene una sonrisa en el rostro; accede amable cuando se le solicita una selfie y, sabedor del poder de la imagen, posa frente a sus obras para saciar la sed de más fotografías que tienen sus admiradores.
La exposición ha sido curada por Massimiliano Gioni y en suma, está basada en una idea que el mismo Koons expone: “Volver el objeto en casi una estimulación sensual, sexual”. Con la cámara, el camino parece más corto para lograrlo. Frente a “Moon”, una esfera azul reflejante, Koons se detiene y se ve a sí mismo, los fotógrafos creen tener la imagen perfecta: el creador reflejado en su propia obra.
El artista más cotizado del mundo ha vuelto a lograrlo, ahora en México: la atención está puesta en él, el deseo tiene un nombre, se llama Jeff Koons, y todos quieren fotografiarlo.
Por Luis Carlos Sánchez
