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28 mayo 2019

Un cine que quiere ser ñero


Cantinflas y Tin Tan fueron naturalmente populares. Más adelante, en los años 70 del siglo XX, el cine “de las ficheras” buscó imitar lo popular, pero lo hizo desde una posición moral y despectiva. Ahora, dice el decano de la crítica cinematográfica nacional, Jorge Ayala Blanco (Ciudad de México, 1942), el cine mexicano ambiciona tener esa característica.

Ayala lo llama ñero y con ese adjetivo ha titulado el siguiente libro de su abecedario filmográfico. En La ñerez del cine mexicano, que se presenta este miércoles, el autor analiza 100 películas donde lo popular es un rasgo aspiracional, un valor que no es nostálgico y que por el contrario, puede garantizar incluso el éxito con el público en la taquilla.

“En la Época de Oro y antes y después, el cine lo hacían personas que pertenecían a la clase popular, lo popular era algo adquirido, no tenían que buscarlo. No se inventa lo popular en Cantinflas o en Tin Tan”, dice.

“En la época de las ficheras, había un acercamiento, pero era en la degradación, la idea sórdida, lo ‘grueso’ de lo popular: las películas de “El Caballo” Rojas, de Zayas, son películas que buscaba exclusivamente un aspecto de lo popular, un acento machista u otra cosa”, agrega en entrevista.

Lo ñero para el crítico no es despectivo, habla de una cualidad popular, del barrio, que puede significar camadería e inclusión a determinado grupo o clase. Actualmente, afirma, el cine nacional busca precisamente esas cualidades positivas que el término entraña: “Las virtudes de lo popular que, incluso, trata de engrandecerlas”.

Los nuevos cineastas, “los que estamos conociendo hoy”, señala Ayala Blanco, “ya no pertenecen a lo popular, lo consideran como una especie de aspiración, ‘ya no me pertenece pero quiero que me pertenezca’”. Acercarse a lo popular en el cine no es un anhelo reciente o producto de la 4T, tampoco es un indicio nostálgico: “El término popular se ha extendido muchísimo más en este sexenio, pero el libro está escrito principalmente durante el año pasado y parte de este”.

Las intenciones de esa aspiración arrabalera parecen estar en otro lado: el cine tiene un motivo por el que aspira a lo popular y quisiera quedarse fuera de otras categorías.

El crítico dice que no hay nada peor para una película que ser calificada como cine de arte: “Entonces queda condenada a los festivales, a hacer las colas pavorosas de la Cineteca Nacional y la cartelera alternativa”. No, lo que quiere un director es llegar masivamente al público y eventualmente convertirse en un éxito de taquilla.

“Nadie quiere hacer películas para un gueto y claro, para poder entrar a la cartelera, aun en las condiciones más desventajosas, tu producto tiene que valer, tener un valor “comercial”, un valor popular”, dice el crítico.

El plus que se puede obtener también puede ser la joya de la corona y esa película ñera acabara convertida en un éxito de taquilla; ejemplos sobran: “3 idiotas” (Carlos Bolado, 2017) o “No manches Frida 2” (Nacho Velilla, 2019).

En estas últimas cintas también se da otro fenómeno: el de la ñerez franquicia, que trata de importar lo popular de otra nación a la realidad del país. En el primer caso se trata de una película que fue un éxito en la India, que fue adaptada a la cultura mexicana; en el segundo, de una cinta alemana que, en su versión ñera, terminó convertida en la tercera película nacional más taquillera de la historia.

Pero en la ambivalencia entre lo popular y lo comercial, Ayala Blanco distingue un riesgo que acaba por convertirse en un arma de doble filo: “Actualmente supuestamente ya no existe esa cosa que es la censura pero hay una censura de tipo comercial”.

El valor de una cinta, su calidad popular, se convierte al final del día en “un valor que va a hacer finalmente juzgado y muchas veces de manera discriminatoria por los criterios que tienen las dos cadenas exhibidoras de México. Si eso no es censura que me digan qué es la censura” opina.

El siguiente libro de su abecedario, la “o”, ya está escrito.

Por Luis Carlos Sánchez

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