A lo largo de los últimos 160 millones de años, el Cromosoma Y ha perdido fuerza, tanto que de los alrededor de 1,600 genes que lo componían en los orígenes ahora tiene unos 45 y sigue a la baja.
Para Jennifer (Jenny) Graves, la científica australiana pionera en el estudio de la genética de sexo –del género, corrige ella– es un resultado de la evolución.
Los números, la cantidad de genes perdidos, pueden parecer fríos. El significado, sin embargo, es más bien un aviso de lo que viene: el Cromosoma Y es lo que según los geneticistas define el sexo masculino en los mamíferos.
Y en ese sentido el descubrimiento de Graves plantea una situación evolutoria.
Conclusión número uno: en cuatro y medio millones de años no habría cromosoma Y.
La segunda: “dentro de 100 mil años, si tenemos tanta suerte como para sobrevivir como especie, el ser humano puede haber cambiado de forma significativa”, comentó durante una conversación con El Heraldo de México en la embajada de Australia.
¿Qué formas, como podrá darse la reproducción?, se le preguntó.
¡¿Quién sabe?!, fue la respuesta. Puede ocurrir que para entonces la humanidad haya evolucionado en cuatro o cinco subespecies humanoides, o que un sólo individuo contenga ambos sexos, o… ¿quién sabe que variaciones?
La profesora emérita de la Universidad de La Trobe señaló, por ejemplo, que en algunas especies de peces, cuando hay carencia de machos la hembra más fuerte se transforma. Esa podría estar entre las alternativas.
O puede haber varios sexos, especuló. De hecho, desde los años 90 cuando se descubrió que la homosexualidad tiene un componente genético, hay también evidencia del número creciente de individuos que se sienten mal en el género en que nacieron.
Su trabajo científico y las evidencias que ha descubierto han hecho que Graves se convierta en un ícono para feministas, que ven en sus descubrimientos lo que consideran como evidencia científica para sus alegatos sociales, políticos o culturales. Graves, sin embargo, no acepta ese papel.
La científica australiana, una de las mentes más distinguidas de su país, estaba en la última etapa de una gira latinoamericana de buena voluntad que la llevó también a Chile y Brasil.
Fue la segunda visita a México de la investigadora, que hace 10 años hizo una visita de trabajo y en ese marco visitó Cuernavaca.
“Con algunas excepciones notables, el sexo está determinado por un sistema de cromosomas sexuales masculino-femenino XX: XY en el que el cromosoma Y lleva el gen determinante del testículo dominante masculino SRY.
“El cromosoma X de la mayoría de los mamíferos placentarios tiene un contenido genético prácticamente idéntico, mientras que el cromosoma Y degenerado contiene subconjuntos superpuestos de sólo unos pocos genes activos…”
El trabajo de Jenny Graves fue favorecido en cierta medida por su lugar de origen. Australia es una isla/continente que alberga varias especies inexistentes en otras partes del planeta, como los llamados osos Koala, los canguros, o los platypus (ornitorrincos), esa especie de mamífero oviparo y anfibio con hocico en forma de pico de pato, que habita estanques y ríos australianos y es considerado como un fósil viviente.
Pero a falta de enemigos naturales y depredadores, el platypus, que ha vivido por millones de años tiene un enemigo: el medio ambiente. Y eso incluye una lección también para los seres humanos, según la doctora Graves.
“Cada cultura se ha aprovechado de su medio ambiente… pero ahora los humanos abusamos de nuestro medio a tal grado que quien sabe si podrá reponerse. Y al atacar al medio ambiente nos condenamos nosotros mismos…”, destacó.
Por José Carreño Figueras