Por Luis Carlos Sánchez
En enero de 1991, una carta pública que congregaba a unos 900 intelectuales, encabezados por el periodista y escritor Héctor Aguilar Camín y el cronista Carlos Monsiváis, daría un vuelco a la relación que el poder tenía con la intelectualidad mexicana. La comunidad cultural demandaba la creación de una televisión pública cultural, no comercial y el presidente estaba ahí para escucharlos.Sorpresivamente, de las 250 estaciones de radio y 150 de televisión que serían vendidas por Carlos Salinas de Gortari, el Canal 22 quedó reservado para la comunidad cultural y el 27 de febrero de ese año, quedó instalado el Consejo de Planeación de la televisora que encabezaba el entonces titular del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (CNCA), Víctor Flores Olea.
“Salinas es quien logra construir la mejor relación con los intelectuales, sobre todo con los de la UNAM, y ese vínculo se traduce en un acuerdo: el Presidente les da apoyo y a cambio ellos como intelectuales, como líderes de opinión, van a hablar a favor del Presidente”, dice el investigador, Hugo Sánchez Gudiño, quien ha estudiado el papel de la comunicación social durante el salinato.
Profesor de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales y de la ENEP Aragón, Sánchez Gudiño repasa en el libro Prensa y Poder en el sexenio de Carlos Salinas de Gortari 1988-1994 el ejercicio de la comunicación durante el periodo salinista, así como el papel que los intelectuales jugaron en la construcción de la imagen del mandatario.
Salinas, dice, “es el primer presidente medíatico de la era global”. Desde entonces, la relación del poder con los personajes de la cultura ya no se abandonara. Al Canal 22 se sumó también el Fondo Nacional para la Cultura y las Artes y el mismo CNCA. Y aunque el inicio de esa relación puede rastrearse en el periodo de Miguel Alemán, cuando se construye Ciudad Universitaria, Salinaslograría cultivar una éxitosa relación que funcionó sin fisuras al menos durante los primeros cuatro años de su mandato. Ese vínculo ya no habría de abandonarse.
Sánchez Gudiño dice que si bien existen desencuentros, “el político necesita del intelectual y el intelectual del político”; uno es dependiente del otro. Las prácticas del salinato, aún hoy perduran: aunque en el discurso, el presidente Andrés Manuel López Obrador parece mantener un conflicto con lo que llama “los intelectuales órganicos”, tampoco hay un rompimiento total.
“Más que una ruptura es una adaptación, el intelectual históricamente se adapta a los tiempos y además, el político necesita del intelectual. El político, sobre todo de Salinas hacia adelante, siempre ve el futuro, en realidad su carrera no se acaba en un sexenio y si al termino de su mandato no logra mantenerse en el país, entonces busca cargos internacionales, donde hay una especie de código sobre la imagen de los políticos de lo que dicen las comunidades intelectuales“, dice. De ahí, la relación que los políticos se encargaran de cuidar.
En el fondo, explica, se da una situación donde el político puede acabar perdiendo: el ejemplo actual más claro es el de Mario Vargas Llosa, quien se ha manifestado en varias ocasiones en contra del presidente de México. “Pero Vargas Llosa, visitó el país en fechas recientes, si sus declaraciones hubieran derivado en un conflicto, el gobierno no le permite entrar, eso es lo que hacen todos los gobiernos.
Pero no sólo lo dejaron entrar sino que además hizo las declaraciones que quizo, porque a un político como López Obrador no le conviene tener un conflicto con un intelectual reconocido mundialmente: la opinión de esos personajes pesa en el mundo de la cultura, de la política”.
Salinas, a grega, dio cuerpo a esa escuela de comunicación, la integra al sistema político mexicano; después seguiría el panista Vicente Fox.
Tomado de Heraldo de México