La literatura y la ciencia ficción, sobre todo en películas como Jurasic Park, han conseguido hacer enormemente populares a docenas de especies de dinosaurios que proliferaron por todo el planeta hace millones de años. El público reconoce rápidamente la fauna del Jurásico y, sin embargo, este éxito cinematográfico, ha dejado en un segundo lugar otros momentos históricos con animales realmente magníficos. La fauna del último periodo del Pleistoceno es variada, sorprendente y, aunque apenas nos separan unas decenas de miles de años, paradójicamente es más desconocida que la vida del Cretácico o del Jurásico.
Rinocerontes lanudos, felinos con dientes de sable, mamuts, gigantescos osos cavernarios, perezosos de varios metros de altura o marsupiales del tamaño de una camioneta… la fauna que reinaba en nuestro planeta hace 40.000 años era impresionante y, estos días, hemos tenido la ocasión de comprobarlo gracias a un descubrimiento en Siberia.
La historia se remonta al año pasado. En verano de 2018, Pavel Efimov, un aguerrido habitante de la región de Yakutia en Rusia, paseaba por los márgenes del río Tirekhtyakh cuando se encontró, en condiciones casi perfectas de conservación gracias al permafrost, lo que parecía una cabeza de un lobo gigantesco. El hallazgo se ha mantenido en secreto durante todo este tiempo, mientras varios equipos de científicos, tanto de la Academia de Ciencias de la República de Sakha como investigadores suecos que están trabajando en su ADN y en una reconstrucción mediante tomografías computerizadas.
En su datación han trabajado científicos de la Universidad Jikei en Tokio que sitúan su antigüedad en unos 40.000 años. El resto de datos y medidas también son impresionantes: solo la cabeza de este enorme lobo del Pleistoceno ya mide 40 centímetros de largo, doblando así toda la longitud del cuerpo de un lobo moderno que varía de 66 a 86 centímetros.
“Es un descubrimiento único. Son los primeros restos de un lobo pleistoceno completamente desarrollado con su tejido preservado. Vamos a compararlo con los lobos de hoy en día para comprender cómo ha evolucionado la especie y para reconstruir su apariencia', explicó el investigador Albert Protopopov, de la Academia de Ciencias de la República de Sakha en una entrevista en el diario local Siberian Times.
Tanto el pelaje como los músculos y sus afilados colmillos se han conservado admirablemente gracias a las adecuadas condiciones que ofrece el permafrost de Siberia y los investigadores estiman que el lobo tenía de dos a cuatro años en el momento de su muerte.
La noticia ha saltado a los titulares, después de casi un año en secreto, gracias a que la cabeza se ha convertido en la protagonista durante la inauguración de una amplia exposición de fauna en las edades del hielo, organizada por esta colaboración de científicos de rusos y japoneses.