Una mirada hacia arriba contagia y obliga a los usuarios que caminan por los andenes del Metro a detenerse y observar el vuelo de un Aguililla de Harris dentro de las instalaciones.
Unos se preguntan si tendrá dueño y si estará entre los curiosos. Otros, la gran mayoría, guardan el recuerdo en una imagen que han tomado con su celular mientras hacen malabares para sostener también la bolsa, la mochila o a los hijos que llevan consigo. Es un momento inesperado que hay que presumir.
Se trata de un trabajo de higiene que realiza el departamento de Servicios Generales del Sistema de Transporte Colectivo para mantener las instalaciones en buenas condiciones.
El trabajo del aguililla consiste en ahuyentar a las parvadas de palomas que se alojan en la infraestructura de las techumbres.
El excremento de las palomas es muy corrosivo y dañino para la salud, la mezcla de sus heces con el agua generan una reacción química que deteriora el acero y el concreto, haciendo que las instalaciones duren menos de lo planeado.
“Es un problema de salud para los usuarios y el personal que trabaja en el Metro, pues están expuestos a respirar la descomposición fecal que vuela en el aire”, explica Rafael Sánchez, técnico en control de plagas.
Las aves viajan en el Metro junto con sus entrenadores y son el centro de atención entre los usuarios.
Desde mediados de abril, esta medida se implementó en las estaciones Portales, de la Línea 2; Culhuacán, San Andrés Tomatlán, Lomas Estrella, Zapotitlán, Tlaltenco y Tláhuac, de la Línea 12, así como en Impulsora, Olímpica, Oceanía y Ciudad Azteca, de la Línea B, en las cuales se detectó la presencia cotidiana de parvadas de palomas.
El aguililla entrenada ahuyenta a las palomas, que de acuerdo con sus hábitos regresan dos horas más tarde, por ello se diversifican los horarios de esta acción aprobada a nivel internacional.
Dos aguilillas por día participan en esta tarea, que también se ha llevado a cabo en edificios, talleres, comedores, naves de garage y talleres del Metro.
Esta actividad, antiguamente conocida como cetrería, era una actividad humana para conseguir alimentos a través de aves rapaces entrenadas. Posterior a la Segunda Guerra Mundial se utilizaban en bases militares para mantener óptimo el tráfico aéreo y en la actualidad se siguen ocupando con el mismo fin en muchos aeropuertos, así como para mantener libres puertos, vertederos a cielo abierto, entre otras.
Desde hace ochos años, sólo en la estación Ciudad Azteca de la Línea B, autoridades responsables calculan que han logrado ahuyentar a dos mil palomas.
En las estaciones asignadas “espantapájaros”, que es un símil de águila, presentes en la techumbre con la finalidad de que las palomas que aún pretendan regresar a la estación, noten la vigilancia.
Esta actividad es amigable con el medio ambiente, ya que no implica gases o formas violentas para el desalojo de las palomas.
“Cuando nos vean no piensen que maltratamos a algunas de las aves, sólo estamos colaborando a tener unas instalaciones sanas y propicias para el sistema Metro y sus usuarios”, concluyó Rafael Sánchez.