La disminución de los niveles del agua y la contaminación de la misma en los canales de Xochimilco son factores clave que han provocado que el ajolote mexicano, o axolotl (del náhuatl “monstruo de agua”), sea una de las especies endémicas de la capital del país que está en grave peligro de extinción.
En entrevista con Notimex, José Antonio Ocampo Cervantes, jefe del proyecto del Centro de Investigaciones Biológicas y Acuícolas de Cuemanco (CIBAC), detalló que el hábitat del Ambystoma mexicanum se ve sumamente impactado además por “el cambio de uso de suelo, de agroquímicos, la introducción de especies tróficas y los contaminantes provenientes de aguas domésticas e industriales”.
A esta situación se suma una importante disminución en los niveles de agua, ya que tan sólo en el Antiguo Canal de Cuemanco, zona acuática ubicada a un lado del centro perteneciente a la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) unidad Xochimilco, entre 2009 y 2019, se ha reducido su nivel más de 40 centímetros.
“CONSIDERANDO QUE UN METRO CON CINCUENTA CENTÍMETROS ES LA MEDIDA MÁS PROFUNDA QUE TENEMOS REGISTRADA, ENTONCES SE HA PERDIDO APROXIMADAMENTE UN 25 POR CIENTO DEL AGUA”, PRECISÓ OCAMPO CERVANTES.
“Eso sí es un problema porque entre menos volumen de agua tienen, los canales pierden la capacidad de retención de calor, provocando un cambio en las condiciones fisicoquímicas del agua y afecta no solamente al ajolote, sino también a las especies que habitan en estos lugares”, detalló el especialista.
En un primer censo realizado por la UAM en 1988 se contabilizaron aproximadamente seis mil ajolotes por kilómetro cuadrado (km2); cuatro años después, un segundo conteo realizado esta vez por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) dio un resultado de mil ejemplares.
Mientras que, en el tercer conteo llevado a cabo en 2008, se redujo a 100 y en 2014 tan sólo se contabilizaron 36 ejemplares por km2 en el Valle de México.
Otro de los problemas a los que se enfrenta esta especie es la serie de modificaciones genéticas que la vida en cautiverio pensada para su comercialización ocasiona, el ajolote rosa es uno de los ejemplos, su coloración no permitiría que, en el caso de una supuesta reinserción a su medio, sobreviva.
“No es el genotipo original, es decir no son las características que debiera haber en vida silvestre. Estos ejemplares rositas o doraditos, que son los que llaman mucho la atención cuentan con un problema de tipo genético, pues son manifestaciones de cruzas endogámicas (apareados entre ejemplares de la misma línea sanguínea)”, dijo Ocampo Cervantes.
El ajolote es un anfibio solitario que habita principalmente en aguas lénticas o de nulo movimiento, se desarrolla en la parte lodosa del fondo, a temperaturas que oscilan entre los 10 a 18 grados centígrados (°C), su coloración natural tiende a ser grisácea o marrón con pequeñas manchas de color gris.
Además, pueden llegar a medir hasta 30 centímetros de largo, las hembras seleccionan al macho con el que se van a aparear y pueden poner hasta mil 800 huevos en las temporadas más frías.
El CIBAC cuenta con una de las colonias más grandes, con más de mil ejemplares originales de la región que a comparación con otros centros de investigación son ejemplares originarios de la zona, algunos de ellos tienen más de 16 años de edad.
Parte del registro de avistamiento de esta especie en su forma silvestre es realizado en conjunto con chinamperos de los canales, quienes al encontrar huevos o especímenes dan aviso a los investigadores.
En cautiverio por lo regular los ajolotes provienen de otros estados del país y al ser sometidos a estrés, ya sea por transportación, curiosidad del comprador o simplemente un cambio es su zona de supervivencia pierden sus “antenas” o branquias; que al igual que la cola son absorbidas cuando el ejemplar realiza su proceso de metamorfosis a salamandra perdiendo la peculiaridad física de ajolote.
El ajolote mexicano está protegido por la norma NOM-059-2010-SEMARNAT, la cual le brinda un cuidado especial al listarla como Especie Amenazada o en Peligro de Extinción, a pesar de esto en algunos mercados de la Ciudad de México es comercializada como especie rara, aunque su valor no llega a sobrepasar los 500 pesos por ejemplar.