La imposición de la ceniza surge desde el inicio del cristianismo cuando los fieles eran ungidos con cenizas en la cabeza antes de recibir el Sacramento de la Reconciliación el Jueves Santo. Esta práctica adquirió un sentido penitencial en el año 400 DC, cuando la Iglesia Romana adoptó esta práctica que da inicio a la Cuaresma.
La ceniza que se coloca en la frente de los fieles está hecha de las palmas bendecidas durante el Domingo de Ramos del año anterior. Esta práctica recuerda la necesidad de la misericordia de Dios y se encuentra establecida en el documento de Congregación para el Culto Divino y Disciplina de los Sacramentos en el artículo 125.
Con el Miércoles de Ceniza inician los 40 días en los que la Iglesia llama a los fieles a la conversión y a prepararse verdaderamente para vivir los misterios de la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo en la Semana Santa.
El comienzo de los cuarenta días de penitencia, en el Rito romano, se caracteriza por el austero símbolo de las cenizas, que distingue la Liturgia del Miércoles de Ceniza. Propio de los antiguos ritos con los que los pecadores convertidos se sometían a la penitencia canónica, el gesto de cubrirse con ceniza tiene el sentido de reconocer la propia fragilidad y mortalidad, que necesita ser redimida por la misericordia de Dios”.
Significado bíblico de la ceniza
El libro del Génesis contienen algunos significados del simbolismo de la ceniza como “signo de humildad, le recuerda al cristiano su origen y su fin: “Dios formó al hombre con polvo de la tierra” (Gn 2,7); “hasta que vuelvas a la tierra, pues de ella fuiste hecho” (Gn 3,19).
La cenizas se colocan en la frente al término de la homilía haciendo la señal de la cruz y mientras se recibe se dicen las palabras bíblicas: “Eres polvo y en polvo te convertirás”.