Italia, el país más golpeado por la pandemia del coronavirus en Europa, entró a la fase de la convivencia con el enemigo invisible. Cerca de cuatro millones y medio de italianos regresaron a sus trabajos, mientras empresas y negocios abrieron sus puertas para empezar una vida diferente.
Las cafeterías son parte de la vida del italiano, pero hoy tienen que ordenarlo y tomarlo en la calle, las charlas en la barra o mesas de estos lugares no serán posibles por el momento, al igual que los restaurantes.
Al pagar un helado no se sabe cómo dar el dinero, si en la mano o dejarlo sobre la mesa, hay filas en la calle para todo, en el banco, en el supermercado y en el Metro
Se acerca el verano y con el cubrebocas, no se sabe cómo adaptarse al nuevo estilo de vida.
En Roma los cambios son visibles, por ejemplo, en el servicio de transporte público –autobús y Metro–, se modificó el ingreso; hay que hacer largas filas para ingresar. Los empleados ahí cuentan el número de personas para limitar las entradas y evitar las acostumbradas aglomeraciones.
En los andenes del Metro pusieron señalamientos que indican donde se debe colocar el usuario, y dentro de los vagones, han prohibido algunos asientos para evitar contacto entre viajeros.
Los italianos han aprendido a ser precavidos y no quieren volver a vivir el confinamiento. Las medidas del gobierno ya permiten la movilidad de habitantes para visitar a familiares, hacer deporte al aire libre, pero aunque se abrieron los parques públicos y las plazas, aún hay poca afluencia.
En las terminales de trenes y aeropuertos las medidas se han incrementado. Ahí, a todos los pasajeros se les toma la temperatura antes de abordar, y si tienen más de 37.5 de temperatura, los dirigen con la Cruz Roja para realizarles la prueba de COVID-19.
Ante este enemigo invisible, Italia lucha por salir adelante de esta crisis sanitaria y económica. Hasta la celebración de las misas está prohibida, se debate si continuará la temporada de la Serie A de futbol, los gimnasios y piscinas siguen cerradas, al igual que las peluquerías y estéticas.
Pero ya se escucha el rumor de autos circular en las calles, y la hierba que ha crecido entre las rendijas del adoquín romano, tiñendo las plazas verdes por la falta del caminar de una ciudad, comienza lo inevitable, la coexistencia con el virus.