La crisis del coronavirus expone brutalmente las debilidades de América Latina, sobre todo en lo económico, pero tiene también consecuencias socio-políticas frecuentemente agravadas por la polarización, que poco a poco se ven con mayor claridad.
Los deteriorados y desiguales sistemas de salud pueden verse abrumados por la propagación de la enfermedad; el trabajo desde casa no es opción para una región con 30 por ciento de la población en pobreza y la mitad de la fuerza laboral en la economía informal.
Se espera una caída de hasta seis por ciento en el Producto Interno Bruto de la regiónlatinoamericana. El conjunto de presiones lleva a lo que, según los críticos internos de algunos gobiernos, puede ser una reapertura precipitada de la economía. El impacto es complicado por hechos que van más allá de las autoridades de salud.
Brasil y México, los países más grandes y poblados de Latinoamérica, tienen millares de muertos contabilizados y enfrentan la posibilidad de muchos más. Ambos reaccionaron tardíamente a la pandemia y enfrentan problemas económicos y divisiones políticas que preceden a los brotes de COVID-19.
El caso de Brasil es extremo. Ya ocupa el segundo sitio mundial en el número de contagios y el sexto en el de muertos. El presidente Jair Bolsonaro enfrenta además el rechazo político de la mayoría de los partidos brasileños y la posibilidad de un juicio de impugnación. México, por su parte, está en el sitio 17 por personas enfermas y el 10 por fallecimientos a raíz del coronavirus.
Cuatro países, con los mejores sistemas de salud y planificación, y con la ventaja de no enfrentar divisiones políticas profundas, han superado hasta ahora la crisis: Costa Rica, Cuba, Paraguay y Uruguay cuentan sus contagios en cientos, no en miles, y sus fallecimientos en decenas, no en centenares.
Un grupo de países, las naciones de habla inglesa del Caribe con Belice cuenta sus infecciones y muertes en cientos o decenas, pero sus poblaciones son pequeñas y en su mayoría son islas, que ayudan a las campañas de aislamiento. Pero enfrentan crisis económicas derivadas de la posible falta de turismo.
Otros lograron capear la tempestad, aunque con bajas, como Panamá y República Dominicana, que ya se preparan a reabrir gradualmente sus economías.
Hubo países que reaccionaron a tiempo, pero un conjunto de circunstancias, sociales y económicas hicieron que la respuesta fuera ineficiente y no pudiera controlar el brote, como en Ecuador y Perú. En Colombia y Chile, donde la eficaz respuesta de gobiernos derechistas a la crisis no hizo de lado profundos desacuerdos políticos.
En otros, concretamente Guatemala y Honduras, la respuesta a la crisis sanitaria no ha hecho olvidar sus respectivas crisis políticas por situaciones de corrupción sistémica. En El Salvador, al parecer la eficaz respuesta del populista Nayib Bukele no eliminó su pleito con los principales partidos políticos del país, que dominan el Congreso.
En Bolivia, que hasta ahora permanece entre los países con menores contagios y muertes, hay brotes en regiones como la provincia de El Ben, fronterizo con Brasil, que hacen temer problemas mayores.
Hay otros, como Venezuela y Nicaragua, donde la respuesta fue de indiferencia y donde los gobiernos, a cambio de no ofrecer medidas sanitarias o tratamientos acusaron a sus adversarios políticos.