Doctores, doctoras, enfermeras, enfermeros, camilleros, afanadores se preparan en esta área también llamada Transfer. Aquí se colocan el equipo de protección personal, que consta de pijama quirúrgica, dos pares de guantes, una bata desechable, goggles, cubreboca N95, gorra y calzado quirúrgico.
“La preparación también es mental, es saber que voy a laborar ocho horas sin ingerir alimentos o líquidos, que no debo tocar mi cara y que nueve pacientes al interior también necesitan ánimos”, cuenta Álvaro, camillero del área de urgencias del nosocomio, mientras se coloca y ajusta las gafas de protección.
Los protocolos de seguridad han salido sobre la marcha, el personal médico ha aprendido a cortar la manga de su bata para meter el dedo pulgar, así queda entre el primer y segundo par de guantes, de esa forma se protegen más. Ahora saben reutilizar envolturas para meter el celular y así evitar su contaminación.
La colocación de banditas de gel en los pómulos es un ritual que llevan a cabo frente al espejo, las llagas después de dos meses de contingencia sanitaria ya son visibles, hay ardor, dolor, molestia, y una resignación muy profesional. Han adaptado pasadores tejidos para tensar los resortes del N95 sobre la nuca y así evitar heridas en la parte posterior de las orejas.
Pasión por su vocación es lo que les ha permitido a estos profesionales y técnicos de la salud hacerle frente a la batalla día a día. Lo único que piden es que la población se quede en casa para evitar contagios, ya que, hoy por hoy, el Hospital Juárez de México rebasó su capacidad máxima.