Una aeronave con matrícula de México, robada por dos mexicanos el 22 de septiembre durante la mañana del aeropuerto Mariano Matamoros, en Cuernavaca, Morelos, se dirigió a Venezuela a cargar cocaína y se estrelló en la noche en el norte de Guatemala al intentar aterrizar en un sitio clandestino. El percance dejó cuatro muertos, entre ellos un fugitivo narcotraficante guatemalteco.
"En Guatemala hay gran cantidad de pistas clandestinas", admitió el coronel Juan Carlos de Paz, vocero del ejército de esa nación clave para el narcotráfico, ya que es frontera con México y base de cárteles mexicanos, recalcó, para llevar estupefacientes al mercado estadounidense.
De Paz informó a EL UNIVERSAL que en 2020 Guatemala localizó 26 aparatos del narcotráfico e inhabilitó 16 pistas, y que en 2019 halló 54 y dejó fuera de servicio a 26 puntos de aterrizaje y despegue. Los datos oficiales mostraron un progresivo incremento en la detección de aeronaves, ya que de dos en 2016 y cuatro en 2017 se pasó a 12 en 2018.
El flujo aéreo de drogas de Colombia a Centroamérica se consolidó a partir de la década de 1980. El uso de Venezuela como plataforma del narcotráfico, con destino en Centroamérica, surgió al menos desde 2008.
La "recurrencia" de la llegada de vuelos desde Venezuela se registró en los departamentos (estados) del Petén, en la zona norte y fronteriza con México, e Izabal, en el nororiente, limítrofe con Honduras y frente al Caribe, indicó el vocero.
Los que arriban a "áreas muy planas" de los departamentos del litoral de Guatemala en el océano Pacífico —Escuintla y Suchitepéquez en el sur-centro, y Retalhuleu en el centro-occidente— proceden de Ecuador y de Colombia, aclaró.
"Los humedales de esas regiones facilitan a [los narcotraficantes] tener mayor cantidad de vías de escape. Tenemos capacidad de detectarlos con radares, pero no de interceptarlos [en el aire] con aviones de reacción que no tenemos", afirmó.