Rafael Soto Moreno, mejor conocido como Rafael de Paula es español, gitano y torero por vocación, pero también un provocador de broncas en los tendidos de las plazas de toros por el miedo pavoroso que mostraba cuando “no estaba de vena”. Su atormentada cabeza lo hizo hasta pisar la cárcel.
De Paula nació un 11 de febrero de 1940, en Jerez de la Frontera, provincia de Cádiz, España. Sin nunca haber visto un festejo taurino, toreó su primera becerra a los 13 años, en 1953. Tras debutar sin picadores cuatro primaveras después, en Ronda, Málaga, con un traje de luces que alquiló –por cierto, el único en su vida–, después el reconocimiento por su calidad artística fue el pasaporte para convertirse en figura en Europa, sobre todo en España, donde sus manos bajas a la verónica, y toreo de manos bajas, de pellizco, cautivó a propios y extraños.
Debutó como novillero con picadores el 2 de mayo de 1958, en la plaza de toros de su tierra, tarde en la que alternó con Antonio González y Mondeño, ante ejemplares del famoso torero Juan Belmonte, que quedó maravillado por la calidad del joven.
Tras dos años y medio en el círculo de los novilleros toreando en esas plazas de Dios, se convirtió en matador de toros el 9 de septiembre de 1960, en la mítica corrida Goyesca de Ronda, de manos de Julio Aparicio como padrino, y Antonio Ordoñez, como testigo. Tarde en la que cortó una oreja a los dos bureles de Atanasio Fernández que enfrentó.
Por extraño que pudiera ocurrir, confirmó su alternativa 14 años después en la primera plaza del mundo del toreo, Las Ventas de Madrid, en plena Feria de San Isidro, la tarde del 28 de mayo de 1974. La tomó de manos de José Luis Galloso y Julio Aparicio, como testigo, con el toro “Andadoso” de José Luis Osborne.
Los aficionados de la época señalaron que De Paula logró un quite por verónicas, nunca antes visto.
Sin embargo, la irregularidad de los toreros artistas, quienes deben esperar a su toro –lo que muy pocas veces sucede– también lo llevó a salir abroncado de los cosos taurinos, debido a las “espantadas” que el miedo lo llevaban a sentir.
A De Paula se le recuerda en Madrid en una tarde en la Plaza de Vistalegre, el 5 de octubre de 1974, ante un toro de Bohórquez, pero ante el burel “Corchero” del hierro de Martínez Benavides se superó en Las Ventas.
GRIS PASO POR LA MÉXICO
Con casi 40 años, el 27 de enero de 1980, el torero jerezano confirmó su alternativa en el ruedo de Insurgentes, de manos de Curro Rivera y César Pastor, con el toro “Caramelo”, del hierro de Jesús Cabrera. El hecho histórico de esa tarde fue que su segundo enemigo, se le fue vivo a los corrales, por lo que fue abroncado. Dos fines de semana después, De Paula regresó a dicho escenario, pero su actuación fue nuevamente gris.
En México nunca se le vio en su justa dimensión ni expresión. Un torero gris…
ARTISTA EN LA CÁRCEL
Como todo un genio y figura, De Paula pisó la prisión y fue sentenciado a poco más de dos años en 1995, luego de agredir al supuesto amante de su esposa, una década atrás. En 2014, se salvó de volver a pisar ese recinto, tras pagar una multa de mil 800 euros, luego de que amenazó con un cuchillo a su abogado, debido a supuestas querellas que no presentó por estar fuera de la realidad.
LÁGRIMAS DEL ADIÓS
Mermado por sus facultades físicas, el 18 de mayo de 2000, en su plaza y su tierra, en Jerez de la Frontera, fue la última vez que se vistió de seda y oro.
Cuando, después de escuchar los tres avisos en sus dos toros, se arrancó con rabia la coleta y se fue el callejón con lágrimas en sus ojos.
Ahí terminó una carrera plagada de brillantes momentos, pero también de oscuros recuerdos, pero que no empañaron la grandeza del toreo de Rafael de Paula en los ruedos.